Hoy me senté en Rock & Feller´s a mediodía. Estaba haciendo trámites por la zona y tomar un café en la esquina de Montevideo e Hipólito Yrigoyen sonaba a merecido .
Me ubiqué en las mesas de afuera, porque no hay café que no sea digno de ser tomado con un cigarrillo. Era el único cliente de unas 7 u 8 mesas ubicadas al aire libre (desconozco si adentro había más gente).
Ni el bar ni la ubicación se podrían tildar de discretos o “canutos”. Esa avenida es un desfile de gente y de autos que van y que vienen, con la esperanza de que, calle arriba o calle abajo, esté la felicidad o, al menos, el pequeño logro que significa terminar todo lo que tenías planeado o pendiente.
Generalmente, las mañanas en las que salgo a hacer trámites tienen como lema o causa “Que este es un paseo, como los de antes. Donde nadie se busca, nadie quiere encontrarse”.
Así y todo, me senté en este bar. Gente que pasa, gente que te mira, gente que no te mira. Gente que, según vos, se pregunta “ qué carajo hace este tipo solo sentado ahí?”. Gente a la que mentalmente le contestás “Te estoy observando, pero no particularmente a vos como persona, sino como parte de un todo. No te diría que sos una rata de laboratorio en mi estudio sociológico, porque no soy sociólogo y porque me sentiría un pavo. Lo que si te diría es que no te diste cuenta, pero en este esquina, en un lapso de 10 minutos, 3 autos bocinearon a transeúntes como vos. No los bocinearon para piropearlos. Tampoco para putearlos. Lo hicieron porque se conocían. Los bocinearon para saludarlos. Les sonrieron, agitaron los brazos por fuera de la ventanilla y les dijeron algo que nadie escuchó. Nunca voy a saber que chances hay de encontrarse con alguien en una ubicación en donde el tráfico de gente y de vehículos debe ser de los más pesados en la ciudad. Pero de alguna forma, a pesar de mis críticas y mi disconformidad, Córdoba es la segunda o tercer ciudad del país. Córdoba está cada vez más grande. La gente sigue cruzandose Este mundo sigue siendo pequeño.”
